SOBRE EL MANIFIESTO DE GALWAY (y II)



Imagen de la ciudad de Galway (Fuente: Wikipedia)


 
En la entrada del pasado jueves, expusimos el contenido del Manifiesto de Galway. En esta ocasión, vamos a analizarlo con un poco de detenimiento.

1.- En primer lugar, en relación a la interpretación oficial de la crisis de la Eurozona, cabe decir que no está tan claro que exista tal interpretación oficial, aunque ello pueda parecer increíble. Más bien, han existido reacciones sobre la marcha a los problemas que han ido surgiendo conforme la crisis avanzaba. Se podría afirmar que, a partir de las medidas adoptadas, se puede deducir qué diagnóstico han realizado las autoridades pero ello sería sobrevalorar el rigor con el que esas autoridades han actuado. El primer problema que se tuvo que afrontar fue el de la crisis bancaria (origen inmediato de la actual situación) y se optó por no dejar caer ninguna entidad, con el fin de no transmitir los efectos de su caída a otras entidades. Posteriormente, surgió el problema de las crisis de deuda soberana y se intentó que no se produjera un impago de la misma en ningún país de la Eurozona. Desde este punto de vista, cuando se fueron afrontando los rescates de la banca, hay que recordar que la preocupación era la de evitar el colapso del sistema financiero y que ello desembocara, en algún país, en un “corralito” bancario (a día de hoy, apenas se habla de esta posibilidad, pero hace 3-4 años era un temor generalizado). Igualmente, las políticas de austeridad no se empezaron a aplicar como consecuencia de ningún diagnóstico sino, simplemente, por la fuerza de los hechos. En la medida en que empezó a no haber inversores que suscribieran los títulos de deuda pública de algunos países (Grecia, Portugal, Irlanda…), hubo que adoptar medidas para evitar el default de sus haciendas públicas (todo ello, con resultados muy desiguales). Más que apuntar a los problemas causados por un diagnóstico equivocado, habría que hablar de falta de liderazgo para afrontar la naturaleza real de la crisis, de forma que los gobiernos se acabaron convirtiendo en “apagafuegos” de sucesivas situaciones surgidas de la inacción. Es importante tener en cuenta este hecho a la hora de evaluar las soluciones que el Manifiesto propone.

2.- Opino que tiene parcialmente razón el Manifiesto cuando habla de la deficiente configuración institucional de la Eurozona y del papel de los mercados financieros y de su regulación en la gestación de la crisis. Como ya explicamos en su momento, la Eurozona está mal diseñada desde su mismo nacimiento (http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2011/12/situacion-de-la-union-europea-una.html), de forma que se aplicó una moneda y una política monetaria únicas a un conjunto de países con condiciones muy diferentes en sus respectivas economías reales, sin que existiera un sistema financiero y un mercado laboral unificados. Asimismo, la ampliación de la Unión Europea y de la Eurozona, en particular, sólo ha servido para aumentar las divergencias internas existentes dentro del conjunto de países y acrecentar la capacidad de generación de desequilibrios por parte de la política monetaria. La evolución que han experimentado los mercados financieros ha agravado el problema. Sin que existiera un supervisor bancario a nivel europeo, el endeudamiento de los países periféricos (Portugal, Grecia, España, Irlanda…) creció sin control, con la confianza de que el euro constituía una garantía absoluta para las inversiones realizadas y dicho endeudamiento fue canalizado a través de las entidades bancarias de dichos países, de forma que, cuando el nivel de deuda alcanzó niveles difíciles de asumir, la solvencia de las mismas se vio seriamente afectada. Por tanto, en términos generales, cabe decir que, en este punto, el manifiesto tiene gran parte de razón.

3.- Es en la cuestión de las medidas propuestas donde disiento, en gran medida, con el documento que estamos analizando. Las recomendaciones efectuadas son de corte claramente keynesiano y el manifiesto se abona a esta corriente de forma absolutamente acrítica, prescindiendo de los hechos que han ido sucediendo en los últimos años. Se recomienda utilizar activamente la política fiscal y evitar toda política de contención del déficit. Veamos, no obstante, qué ha sucedido con el déficit público y la deuda pública durante los años de crisis:




Fuente: EUROSTAT (para países europeos) e INFORME ECONÓMICO DEL PRESIDENTE 2012 (para Estados Unidos)








FUENTE: EUROSTAT (para países europeos) y www.treasurydirect.gov (para Estados Unidos)

Observemos que los niveles de ambas variables han alcanzado niveles máximos en los años de la recesión, con picos del 11,2% del PIB en España, del 7,5% en Francia, del 11,5% en el Reino Unido y del 10,1% en Estados Unidos, todos ellos en el año 2009. Asimismo, la ratio deuda pública/PIB también ha alcanzado máximos históricos, llegando en el año 2011 al 120,7% en Italia, al 100,9% en Estados Unidos, al 86% en Francia o al 85% en el Reino Unido. A pesar de ello, ¿cuál ha sido el comportamiento de las tasas de crecimiento? Veámoslo en el siguiente gráfico:






Fuente: EUROSTAT


Lo llamativo de las cifras no es tanto que los abultados déficits públicos no hayan logrado devolver a las economías a una senda de crecimiento sostenible (lo cual ya es, de por sí, un hecho bastante relevante), sino que el país que ha conseguido una tasa de crecimiento más elevada en los años 2010 y 2011 (4,2% y 3%, respectivamente) ha sido Alemania, país que es el que ha tenido un menor déficit público en todo el período:




Fuente: EUROSTAT (para países europeos) e INFORME ECONÓMICO DEL PRESIDENTE 2012 (para Estados Unidos)


Podríamos, entonces, ir a la vertiente de la política monetaria (para la que el manifiesto también defiende su carácter expansivo) y analizar cuál ha sido el sentido de la misma e, igualmente, comprobaremos que los tipos de interés también han alcanzado mínimos históricos:






Fuente: Reserva Federal USA



Fuente: es.euribor-rates.eu


Está también claro que no queda más margen para la reducción de tipos y, a pesar de los niveles que han alcanzado los mismos, tampoco las distintas economías han mostrados signos robustos de recuperación.


Por ello, la salida que el manifiesto, de forma implícita, da a las políticas expansivas es la de la monetización de la deuda (cuando habla de “prestamista de última instancia creíble para aliviar la crisis de deuda soberana”), es decir, que las emisiones de deuda pública sean suscritas directamente por el Banco Central Europeo a un tipo de interés reducido. En el pasado, esta medida sólo ha servido para generar problemas de inflación y acentuar todos los desequilibrios existentes. En España, fue una práctica común desde que en 1898 se emitieron los Bonos de Ultramar con motivo de la Guerra contra Estados Unidos, bonos que fueron directamente depositados en el Banco de España a cambio del efectivo que representaban. Con la Ley Cambó de 1921, se optó por una monetización indirecta: todos los títulos de deuda pública podían ser automáticamente pignorados en el Banco de España para la obtención de efectivo, con una pequeña penalización. A lo largo de todos estos años, las tensiones inflacionistas y los problemas de balanza de pagos fueron constantes y, cuando en 1959 la economía española llegó al colapso, el Plan de Estabilización que se aprobó tenía como una de las medidas a aplicar la supresión de toda monetización, directa o indirecta, de la deuda pública. En resumen, la propuesta que, entre líneas, contiene el manifiesto, resulta profundamente discutible. Deshacer el camino realizado sólo serviría para retrasar la salida de la crisis o para abocarnos a una nueva crisis en el futuro inmediato.


4.- La gran contradicción del manifiesto, de todas formas, es que, si se aplicaran las políticas expansivas que recomienda, el modelo bipolar que aqueja a la Unión Europea persistiría y se agravaría. Las políticas de activación de la demanda sólo servirían para que los países periféricos reprodujeran la situación de déficits en sus balanzas de cuenta corriente y de incremento del endeudamiento, factores que se mencionan en el propio manifiesto como detonantes de la actual crisis. Aunque el proceso por el cual esos déficits corrientes se están corrigiendo podía haber sido conducido de otra manera, la corrección en sí misma es un hecho positivo. Deshacer el camino realizado sólo serviría para retrasar la salida de la crisis o para abocarnos a una nueva crisis en el futuro inmediato.

Como conclusión, cabe decir que el gran problema del manifiesto es que pasa de largo de los problemas que afectan a las estructuras productivas de las economías europeas, en general, y de las economías periféricas, en particular, y a los factores de dinamismo y/o estancamiento de las mismas. Al final, lo que determina el crecimiento de un país es su fuerza de trabajo, el nivel de formación y capacitación de la misma, su dotación de capital e infraestructuras, su nivel tecnológico, la capacidad competitiva de sus empresas, la flexibilidad de sus mercados y las facilidades que proporciona su marco institucional. Las políticas de demanda pueden ser útiles para corregir desequilibrios a corto plazo y para facilitar el ajuste cuando hay recesiones de carácter coyuntural. Como ya explicamos en una serie de entradas anterior (http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2011/09/rio-arriba-o-cual-es-el-origen-de.html, http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2011/10/rio-arriba-o-cual-es-el-origen-de.html y http://eldedoeneldato.blogspot.com.es/2011/10/rio-arriba-o-cual-es-el-origen-de_31.html), los problemas de las economías occidentales, en general, tienen una raíz estructural y, cuanto antes nos demos cuenta de ello, antes empezaremos a ponerles solución.


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